CONOCE nueva gandia

MISIÓN

Ante la crisis de asentamientos humanos y las distintas problemáticas que existen en las grandes ciudades, desde finales del siglo XX se ha extendido una corriente de neorruralismo y de ecoaldeas que pretender dar solución a esos problemas. El proyecto de Nueva Gandía nace como respuesta a esa crisis y por el deseo de construir un pequeño asentamiento humano neorrural que satisfaga los requisitos de sostenibilidad de la sociedad futura que incluye todos los aspectos importantes para la vida, integrándolos respetuosamente en el entorno natural, que apoya formas saludables de desarrollo y que pueda persistir indefinidamente.

Ha de ser una sociedad que proporcione una calidad de vida alta sin tomar de la Tierra más de lo que se le devuelve, una sociedad que no niega la existencia de la tecnología existente, pero que la utiliza a su servicio y no al revés; una sociedad que satisfaga la necesidad humana de desarrollar una vida con contenido social, ecológico y espiritual, ingredientes estos que normalmente faltan en las sociedades modernas.

VISIÓN

La pandemia visibilizó el fenómeno de migración de las grandes ciudades hacia sitios aislados, rurales y de tranquilidad garantizada. En el presente y futuro inmediato, esa realidad será una constante porque el teletrabajo llegó para quedarse. Algunas investigaciones han estimado que en el año 2035, 100,000 millones de personas en el planeta realizarán sus actividades comerciales y de empleo desde diferentes partes en el planeta, ya sean ciudades, playas, pueblos, mientras desempeña su labor o bien determinados proyectos.

Para los empleados están buscando la forma de equilibrar su vida laboral con su vida personal, Nueva Gandía será un asentamiento pionero en Baja California y en pocos años será un lugar predilecto para disfrutar de una vida en armonía con la naturaleza y espiritualmente satisfactoria. Este asentamiento evitará los conflictos de desplazamiento de población local al iniciarse en un lugar virgen. Además, contra la violencia económica que padecen los pobladores originarios en otros desarrollos dentro de pueblos establecidos, esta comunidad traerá beneficios a las poblaciones rurales aledañas.

VALORES

-Trabajo en equipo con los productores primarios de la zona.

-Respeto y armonía con la población originaria.

- Capacidad de amar, valorar, cuidar y conservar los sitios históricos de la zona.

-Aprecio y acatamiento del entorno, así como el cumplimiento de las leyes que regulan los impactos negativos del ser humano en la naturaleza.

-Conservación, es decir, cuidar y valorar los recursos naturales para las futuras generaciones.

-Estima y veneración de la historia la península de Baja California.

-Educación y cultura como columnas vertebrales de toda sociedad armónica.

 

Nueva Gandia en Punta Rosarito.

Punta Rosarito es un destino muy conocido para los amantes del surf. Ubicado al sur de la zona llamada “seven sisters”, representa un punto de interés internacional. Año tras año, cientos de surfistas viajan a esta zona de la península para domeñar las olas del Océano Pacífico. Nueva Gandía introduce un nuevo elemento a esta playa conocida como Punta Rosarito: es la bisagra que introduce el concepto histórico a un destino conocido por surfistas y tiene como principal intención ser un lugar de retiro para los amantes de la península californiana. Con esto, unimos dos de los más grandes intereses de quienes visitan nuestro lugar en el Valle de los Cirios: el amor por la naturaleza y por el mar.

Sabemos que un lugar a una jornada de San Diego o de Cabo San Lucas es una buena opción para las miles de personas que recorren la península sin otro afán que conocer cada rincón al que se pueda acceder. También sabemos que este tipo de lugares representan un lugar inigualable para una vida retirada o para tener una casa vacacional que sea la plataforma desde la cual se pueden visitar los distintos lugares que son el centro de interés de las miles de personas que visitan anualmente nuestra península y el Valle de los Cirios. Esto lo afirmamos porque en lugares cercanos personas extranjeras han fincado cerca del mar, para tener establecida su casa vacacional desde la que exploran la belleza inigualable de nuestra península.

También sabemos que la distancia que representa la ubicación del centro de nuestra península puede ser considerada por algunos como un factor negativo, pero también que es precisamente esa ubicación la que la vuelve un lugar privilegiado para otros. A estos últimos es a quien se extiende la invitación a formar parte de la comunidad llamada Nueva Gandía: sea porque son amantes del surf, sea porque son amantes de nuestra península y sus bellezas naturales, este lugar en Punta Rosarito es el lugar ideal para muchas personas.

También es necesario anotar que al estar en una comunidad cercana a puertos pesqueros y pequeños productores ganaderos, siempre será una garantía el acceso a alimentos de excelente calidad y productos orgánicos. La experiencia del mar y sus atardeceres, así como el acceso a una biblioteca que será parte del proyecto pueden convertir este territorio de descanso en uno de tus lugares favoritos por todas las experiencias que ofrece: una vida frente al mar sin las temperaturas extremas del mar de Cortés, la cercanía con todas las bellezas naturales del centro de la península, la posibilidad de actividades como la pesca, cabalgatas o exploración de las muchas pinturas rupestres de la zona son garantía de actividades en libertad y gran regocijo para los espíritus aventureros. Precisamente este espíritu de libertad y exploración es una de las características de los jesuitas a quienes debemos las noticias de nuestro pasado en la península californiana y también de su configuración y fundación definitiva. Las misiones que establecieron a lo largo de la península en los caminos reales y sus fascinantes relatos de la Antigua California son nuestra principal fuente de inspiración para establecer este lugar de retiro en torno a la naturaleza e historia de la península. El interesado puede ver este proyecto desde una doble perspectiva. La primera, porque los surfistas y muchas personas se han enamorado del lugar y quieren tener ahí una casa de retiro. La segunda, porque puede apoyar el proyecto histórico mediante nuestra fundación cultural y la fundación otorga, en gratitud, una superficie determinada de tierra para quienes sean sus más grandes benefactores. Considerando estas dos posibilidades, creemos que ambas personas, con interés en la historia de California o sin él, ayudan a crear un proyecto original enfocado a la historia de nuestra Península y de los forjadores de nuestra California. Y en todos los escenarios, quien nos apoya tiene la ventaja de haber adquirido el derecho a gozar de una superficie de tierra frente al mar.

De manera indirecta, este proyecto es de especial interés para las personas de la Alta California (USA), porque precisamente fue en este lugar donde se fue fraguando su actual territorio. Un claro ejemplo de esta historia común que tenemos en el Noroeste es la memoria que guardan los estadounidenses del marino y explorador Juan Rodríguez Cabrillo. Y otro claro ejemplo, del que quizá no todos somos conscientes, es el escudo de la ciudad de San Diego.

En resumidas cuentas, estableciendo nuestro lugar de retiro en Nueva Gandía, de forma directa o indirecta, reconstruimos nuestra historia para construir nuestro futuro. Amantes de la península californiana y sus bellezas naturales, amantes del mar y de la historia, ¡sean bienvenidos a esta carabela histórica!

— Jorge A. Meza

ANTECEDENTES

Cada año, en el ejido Nuevo Rosarito donde transcurrió nuestra infancia, cientos de personas interrumpían nuestros juegos en la calle para preguntarnos sobre la dirección que habrían de tomar hacía San Francisco de Borja. Éramos muy cortos de luces para comprender lo que significaba aquel lugar para quienes buscaban visitarlo; en su mayoría, eran personas estadounidenses. En aquel tiempo, yo pensaba que los jesuitas eran los nativos cochimíes y que ellos habían edificado la misión de san Borja, mas los años me fueron formando en la historia y raíces de nuestro lugar. Un par de años después, pude notar el gran respeto que los extranjeros tenían a ese lugar y su cariño a Punta Rosarito: venían en avionetas desde EE. UU. a visitar esta zona en el Ejido Nuevo Rosarito.

Un infante se hace preguntas: ¿qué puede tener de especial nuestro lugar de origen para que tanta gente venga a visitarlo vía distintos medios? Quizá la pregunta sería planteada en términos menos sofisticados, tales como “¿por qué viene gente extranjera a este lugar?” Jamás habría encontrado la respuesta sin leer a los grandes autores de la humanidad donde se refleja fielmente el espíritu humano en el transcurso de los siglos: la búsqueda de un lugar de solaz, un locus amoenus (así lo llamaban los romanos).

Hoy, tras algunos años de lectura y conocer un poco sobre la historia de la humanidad, creo que tenemos una respuesta a esas visitas: una búsqueda de la libertad y de la vida humana que en verdad vale la pena. Un poco de aventura y de sentir que uno está vivo, un lugar privilegiado bajo el cielo estrellado que nos lleva a comprender la maravillosa aventura de existir a pesar de los inevitables contratiempos. Creo que sin los libros, sin Ovidio y Virgilio, sin Fray Luis de León y Quevedo, no habría encontrado esta respuesta: poco ha cambiado el espíritu humano a través de los siglos.

Podemos afirmar que este lugar de Nueva Gandía es necesario porque siempre habrá quién busque espacios como sólo podemos encontrar en el Valle de los Cirios. Coincide, infaustamente, con la pandemia del COVID-19. Pero lejos de mostrarnos datos negativos, esta pandemia ha reafirmado los hechos que yo habían aparecido en nuestra mente durante la infancia: una gran afluencia desde la ciudad a los lugares rústicos y una exaltación del “Locus Amoenus” (de la sociedad romana).

No representa una novedad absoluta: quien conozca la historia humana, sus pestes y sus carestías, puede entender de lo que aquí hablamos. Podemos mencionar un claro ejemplo: se trata de un paralelismo entre la “peste negra”, que se originó en Oriente, de donde pasó a Italia y a los demás países europeos, y la pandemia actual del coronavirus. En el reconocimiento de esta situación se ubica el punto de partida del desarrollo de la estructura y contenido del “Decamerón”, la notable obra de Giovanni Boccaccio: conjunto de cuentos referidos por siete muchachas y tres jóvenes varones, cada uno de ellos para pasar el tiempo en la villa rural y eludir el contagio de la epidemia.

Es por ello que afirmamos que la necesidad de libertad y de una vida amena fuera de las grandes ciudades siempre ha existido. Para corroborarlo, remitimos nuevamente a Ovidio o Virgilio y a los grandes poetas del renacimiento. Ante un futuro digital y de control absoluto, quizá no sea tan mala idea tener una idea de retiro en un locus amoenus a una jornada de nuestra ciudad. Tampoco es mala idea si consideramos las insistencias de la OMS ante nuevas y más devastadoras pandemias, de la que el coronavirus es tan solo un preludio, con su control absoluto sobre quienes vivimos en las urbes.

San Francisco De Borja Adac como “Locu Amoenus”

Es circunstancial que no conozcas el nombre de Ejido Nuevo Rosarito, pero es muy probable que hayas escuchado hablar de la misión de San Francisco de Borja Adac. Entre el paralelo 28 y 29 se localiza esta misión, fundada por el padre jesuita Wenceslao Linck a fines de agosto de 1762 en el paraje Adac, territorio que hoy se ubica dentro de los linderos del ejido Nuevo Rosarito en el municipio de San Quintín, Baja California.

Esta misión fue frontera norte del territorio evangelizado por los jesuitas durante cuatro años (1762-1766) hasta que se fundó la misión de Santa María de los Ángeles en el paraje de Calamajué en octubre de 1766. Un año antes de su expulsión por Carlos III a principios de abril de 1767, pero que en la península se efectuó a principios de enero de 1768.

Y aunque es posible que muchos ubiquen la misión del Adac, probablemente no conozcas la historia del duque jesuita ni cómo llegó al corazón del Área Natural Protegida Valle de los Cirios. Por ello, creemos que el duque jesuita merece tener — aunque sea simbólicamente— un lugar llamado Nueva Gandía que sea a la vez un tributo a tan insigne personaje y a los valientes exploradores que, para dar mayor gloria a Dios, buscaban establecer misiones y mejorar la calidad de vida de los pobladores nativos de la península.


¿Por qué Nueva Gandía?

Francisco de Borja fue III General de la Compañía de Jesús, IV duque de Gandía, I marqués de Lombay, Grande de España y Virrey de Cataluña. Actualmente, entre cactáceas y borregos cimarrones, también es el santo patrono del corazón del desierto central — en el Ejido Nuevo Rosarito—, dentro del actual Valle de los Cirios. Lugar que custodia desde unas paredes de cantera en su misión y que ha vertebrado las tradiciones de nuestras familias y ha maravillado a quienes visitan el Valle de los Cirios. Gandía era una ciudad abierta, dinámica y con un importante poso cultural que guarda su memoria y lo honra como su patrón. Esta razón, y los lazos históricos que unen a la Antigua California con España, nos llevaron a elegir el nombre de Nueva Gandía y honrar a nuestro santo patrono y, con él, a todos los grandes hombres que configuraron la historia de la península californiana desde Hernán Cortés hasta nuestros días, donde aparece Mons. Salvador Cisneros como insigne ejemplo de los últimos forjadores de nuestra historia. En las costas de este Ejido, tenemos el privilegio de poseer una superficie frente al mar, bajo el cielo estrellado de la península californiana. Y como creemos necesario que el antiguo duque tenga su Nueva Gandía, hemos destinado este predio para ese objetivo. Tal lugar, dentro de nuestra región, le corresponde en la Historia y en la península. A él y a los grandes forjadores de la península.

¿Por qué San Francisco de Borja?

La familia valenciana Borja, originaria de Xátiva, llegó a ser una de las más célebres del reino de Aragón. En un texto de la mitad del cuatrocientos concerniente a Domingo de Borja, padre del futuro papa Calixto III, se afirma que el genitor del primer pontífice Borja había sido un buen hombre, labrador de Xátiva. Alcanzó riqueza con el comercio de la caña de azúcar y fama mundial cuando Alfonso Borja, obispo de Valencia, fue elegido Papa con el nombre de Calixto III, cuyo nepotismo y favoritismo hacia su familia fue proverbial. A fines del mismo siglo, hubo otro Papa Borja, Alejandro VI, quien tenía cuatro hijos cuando fue elevado al Pontificado. Para dotar a su hijo Pedro, compró el ducado de Gandía. Pedro, a su vez lo legó a su hijo Juan, quien fue asesinado poco después de su matrimonio. Su hijo Juan II, el tercer duque de Gandía, se casó con la Juana de Aragón, hija natural de un hijo de Fernando V de Aragón. De este matrimonio nació el 28 de octubre de 1510 Francisco de Borja y Aragón, nuestro santo, quien era nieto de un Papa (Alejandro VI) y de un rey (Fernando V) y, además, primo del emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio.

Para bien o para mal, según se mire, las cosas han acaecido de este modo en la Historia: bajo las Católicas Majestades y el Católico Emperador, se fraguó el indeleble sello que une a los americanos y a la segunda comunidad hablante más grande de nuestro hogar llamado Tierra: el Imperio Español. Asimismo, durante el mandato de Carlos I, don Hernán Cortés construyó nuestra patria: la antigua Nueva España. Basta leer sus “cartas de relación” y las historias objetivas para saber que el extenso territorio de la Nueva España no era nada antes de don Hernando. Por último, que el padre Wenceslao Linck haya puesto nuestro territorio (ubicado entre los paralelos 28 y 29) bajo la protección de San Francisco de Borja, también nos lleva a preservar y promover este nombre que constituyó la frontera norte de la península durante cuatro años (1762-1766).

A los 29 años, Carlos V nombró virrey de Cataluña a San Francisco de Borja (1539-1543), cuya capital era y es Barcelona. Años después, el santo solía decir: «Dios me preparó en ese cargo para ser general de la Compañía de Jesús. Ahí aprendí a tomar decisiones importantes, a mediar en las disputas, a considerar las cuestiones desde los dos puntos de vista. Si no hubiese sido virrey, nunca lo hubiese aprendido».

En 1542 le reconoció su justo título de duque de Gandía, en el que sucedió a su padre. Dos meses después de morir su esposa (1546) decidió hacerse jesuita. El colegio de la Compañía de Jesús en Gandía fue el primero en Europa de los que se abrieron para alumnos no jesuitas, y el 4 de noviembre de 1547, por bula del papa Paulo III, fue elevado a la categoría de Universidad. Allí hizo sus estudios San Francisco y se doctoró en 1550. El 4 de febrero de 1551, después de un viaje a Italia donde habló con San Ignacio, volvió a España, renunciando a sus títulos y posesiones y tomando el hábito religioso, previo permiso de Carlos V. Fue ordenado sacerdote el 23 de mayo de 1551, renunciando al cardenalato, para el que había sido propuesto por el Emperador, en varias ocasiones. San Ignacio nombró a Borja comisario general para las provincias de España y Portugal, fundando el primer noviciado de la Compañía en España. Carlos V, ya retirado en Yuste, llamó dos veces a San Francisco para pedirle consejo y, en la hora de su muerte, deseó tenerlo a su lado, designándole su ejecutor testamentario. Borja fue nombrado general de la Compañía el 2 de julio de 1565. En su gobierno potenció los estudios, y a sus gestiones se debió la iglesia de Jesús de Roma. Durante esta época se fundaron las primeras misiones jesuíticas en Florida, Méjico y Perú. Murió en Roma el 30 de septiembre de 1572, siendo beatificado en 1624 y canonizado en 1671. El duque que se había hecho jesuita se convirtió en la sensación de la época.

Pero nosotros no somos ni virreyes ni gobernadores de ínsulas Baratarias, ni nada: sólo gente apasionada por el nombre de California, su historia y la de nuestra Patria; simples ejidatarios que aman su tierra y su filiación histórica con Grecia y Roma vía España. Además, los libros y la vida en el desierto nos han enseñado a encontrar la belleza de la vida y su sentido a pesar de las dificultades, cosa que podemos compartir junto a quienes se unan a este proyecto, pues la posibilidad de elegir las personas de quienes nos rodearemos facilita la tarea que nos impuso el destino al necesitarnos unos a otros, o de ser animales políticos (sociales) como lo expresó el sabio Aristóteles.

Nosotros pensamos que esta comunidad de amantes de la Historia, libertad y solaz frente al océano Pacífico también puede ser sensación de la época por los motivos que en el siguiente apartado se expondrán.

San francisco de Borja, el ideal cortesano y la vida en el campo. Ya hemos mencionado aquí la filiación del duque jesuita con el papa Alejandro IV y Fernando el católico. Queremos rescatar estas líneas de su biografía para relacionarlos con la adquisición de la cultura: “Dexose, al fin, ver en el nacimiento de Francisco un luciente Planeta entre el Signo de Tauro (que honra el Escudo Borja) y la constelación Cassiopea, que se llama Cáthedra o silla [...], signifcando el Cielo [...] que Niño que nacía en el Palacio Borja [...] avía de ser no solamente Doctor en la Teología sagrada, no sólo ilustre Cathedrático y gran maestro de la Teología mýstica, sino que avía de ocupar la más difícil y más gloriosa Cátedra, leyendo el desengaño a la nobleza en España y por la Europa [...].”

1 Pero más allá de los hechos portentosos, que bien pueden obedecer a una mentalidad pre-científica, nos interesa cómo se relaciona don Francisco con el ideal del cortesano establecido por la muy clásica obra de Baltasar Castiglione: El cortesano (1528). Las cualidades que —según dicha obra, definían al cortesano perfecto, modelo ideal de hombre— las resumía en sí el conde duque jesuita.

1 Álvaro Cienfuegos, La heróyca vida, virtudes y milagros del Grande San Francisco de Borja, antes Duque quarto de Gandía y después Tercero General de la Compañía de Jesús, Madrid: por la Viuda de Juan García Infanzón, 1717, segunda impresión, libro VII, capítulo 1 (en lo sucesivo: VII, 1). La edición original data de 1702, por Juan García Infanzón, con licencia para su publicación por el provincial jesuita de Castilla de 11 de noviembre de 1699; nos consta otra edición de 1726, en Madrid, por Bernardo Peralta (consagrada a la Virgen de los Llanos de Hontoba), de la cual se hicieron al menos cuatro reimpresiones, una de ellas en Barcelona, el año 1754, por Carlos Sapera y Jaime Osset. Hay, así mismo, traducción al portugués (Coimbra, 1757).

Los contenidos de este libro, como apunta sin ambages J. Hale, «contribuían a sustentar el orden y a apoyarlos valores de la civilidad; y, sobre todo, inducían a los privilegiados y a los respetables a compartir la conciencia de la amenaza que representaban quienes carecían de modales, que robaban más que oraban y no prestaban atención a los libros, sino a sus estómagos y a los lloros de sus hijos».2

Se propugnaba un bucolismo aldeano lejos de los vicios de la corte, de la ciudad, con entrega a las letras. El cortesano, según este modelo, tiene mucho de fray Luis de León y su oda a la vida retirada: «el cortesano que se retrae a su casa debe ser en el comer sobrio, en el bever moderado, en el vestir honesto, en los pasatiempos cauto y en la conversación virtuoso; porque de otra manera haría de la aldea corte aviendo de hazer de la corte aldea».

El ducado de Gandía, pues, nació bajo la directa e inmediata tutela del Vaticano (y su solvencia económica, con una liquidez envidiable), pero se hizo mayor no sólo derrochando dinero e influencia sino también ingenio, cuando la pluma comenzaba a ser arma más eficaz que la espada. Porque no cabe duda de que, como dejara escrito Vicente Blasco Ibáñez, «unos Borja fueron héroes; otros, santos; otros, terribles pecadores, pero ninguno vulgar ni mediocre». Aquí no juzgamos ni los pecados de los unos ni la santidad de los otros. No sólo porque no nos corresponde ni podríamos hacerlo, sino porque resulta mucho más apasionante intentar comprenderlos que condenarlos o absolverlos. Y en eso estamos.

Oda a la vida retirada o de la necesidad de un locus amoenus En la segunda mitad del año 1400 d.C. reapareció en Italia un nuevo tipo de arquitectura suburbana, surgido como interpretación de tipologías clásicas existentes, y en las que se recuperaban los conceptos de «ritiro» y de «locus amoenus» y todas las teorías de Vitrubio y Plinio referentes a la «casa di villa».

Es preciso recordar que en ningún caso se puede entender la villa como un invento topológico romano, pues ya existían en forma más o menos rudimentaria en Egipto, Babilonia y Persia, aunque sí se debió a ellos su difusión y desarrollo.

Uno de los principios de Vitrubio que aquí se tiene presente es el siguiente: que la villa del campo no resulte minorada en comodidades y servicios para una vida digna3 . También Plinio el Joven propone un enfoque práctico: que la disposición del lugar, su vista y exposición a la brisa sea agradable. No apuesta por materiales costosos, ornamentos extremados: la mayor belleza es la sólida comodidad del lugar4 . Sabemos que probablemente el entendido en villas romanas echará de menos el hortus, pero tenemos tierras más ricas y fértiles para suplir dicho requerimiento. Además, este concepto de villa rural excede la realidad original: no está en la campiña, sino en el mar. También es necesario anotar que las villas son de difícil clasificación de acuerdo a la tipología del lugar. Y obedeciendo a la tipología y ubicación, nos ceñimos a un principio: la villa ha de estar a una jornada. Requisito que Nueva Gandía cumple al encontrarse a una jornada desde San Diego o desde Los Cabos.

Y el más importante de los principios que nos orientan es de Alberti: «aquella dicha de permanecer en una villa… en un lugar donde es posible tener otros deseos… allí donde el aire es cristalino, el paisaje hermoso, las nieblas raras, los vientos inexistentes, las aguas deliciosas. ¡Todo allí es sano y puro!… Lejos de los ruidos, de las relaciones, de las violencias, de estos lugares donde nacen las sospechas, los peligros, las maledicencias, las injusticias, las riñas... En una villa tú puedes olvidar los alborotos, las violencias, las agitaciones de la plaza y el palacio»5 .

Estas palabras de Alberti responden a un ideal humanista, quizá difícil de encontrar en su totalidad sobre la faz de la tierra. Nueva Gandía ofrece un excelente clima frente al mar, la paz deseada y el gozo de alimentarse con los productos del mar y de la ganadería. En 1509, Girolamo Piuli6 escribía la tendencia de los venecianos ricos: una vida de placer libre en el campo. Según refiere, adquirieron propiedades que apenas rendían el 3 o 4 por ciento y allí levantaron costosos palacios. No era la especulación sino la libertad y la vida plena lo que les movía. Esta tendencia se extendió a todos los individuos que tenían una economía medianamente saneada, siendo raro los que no poseían una finca entre Padua y Treviso: estar a una jornada de aquí, poder ir a un descanso placentero y volver en uno o dos días.

Destacamos dos causas de este fenómeno: 1) exaltación del mundo rural tras las pandemias (peste negra); 2) y la gran inflación que a mediados de 1500 azotó a toda Europa a causa de la creciente importación de metales preciosos, aconsejaba la inversión del capital para asegurar su poder adquisitivo. A su vez, la subida de precios en los productos alimentarios favorecía que las inversiones se realizaran cerca o directamente en las producciones primarias. Realidad que tenemos muy presente en estos tiempos que corren, donde un ligero tropiezo en las cadenas de suministro desemboca en una gigantesca carestía de productos básicos para vivir.

2 Hale, J., La civilización del Renacimiento en Europa, 1450-1620, Barcelona: Crítica, 1996, p. 457

3 Vitrubio, M. L., Los Diez Libros de Arquitectura, VI, XI.

4 Plinio el Joven, Cartas 17 del libro II, y 6 del Libro V. El concepto de «locus amoenus» lo describe muy bien Plinio: «En un extremo del pórtico una amplísima habitación da al comedor; unas ventanas miran a la terraza, otras a la pradera y el sonido del agua en el estanque”; (en nuestro caso, el mar que produce el sonido armónico de las olas entre las piedras para recreo del alma).

Conclusión

Habiendo realizado la más breve revisión de motivos para llamar a nuestro lugar Nueva Gandía, no podemos sino congratularnos de las enormes coincidencias que existen entre nuestros predios y las exigencias de la vida retirada y el salvaguardar el capital y su poder adquisitivo. Quien hasta hoy ha promovido estos predios como un espacio de cultura y busca ofrecer distintas puertas de acceso a la cultura, tiene tan buena fe al proyecto de los jesuitas que en su vida reunió una biblioteca considerable para ofrecerla a todo aquel que con preguntas en su vida quiera tener un momento de reflexión y solaz. Misma biblioteca que llevará el nombre de Mons. Cisneros, considerado uno de los últimos jesuitas por quien ha vertebrado la idea; sin ánimos de ofender a los jesuitas o diocesanos, porque monseñor Cisneros es cura diocesano, pero hizo suyos estos valores de Francisco de Borja y el perfecto cortesano. Por tanto, no mentimos ni exageramos cuando afirmamos que aquella pasión por la educación que mostraron los jesuitas en la Nueva España, los supo encarnar muy bien. Tampoco exageramos si decimos que podemos considerar a Mons. Cisneros como uno de los grandes educadores y forjadores de nuestra península en la historia contemporánea.

Sabemos que hoy ya no hay “cortes” en nuestro país, pero sí hay castas políticas que son votadas en la democracia. Lamentamos que no siempre sean las más preparadas. También pensamos contribuir, aunque sea con un pequeño grano de arena, a la sociedad con letras y formación. Así nos enseñaron los jesuitas y mons. Salvador Cisneros. También queremos contribuir con esto a ofrecer una alternativa real al debacle de Occidente y su cultura: una sociedad sin censura, o una sociedad abierta. No tenemos mucha fe en las utopías, sí en los esfuerzos colectivos a pequeña escala que se unen a los esfuerzos de otras personas y grupos en distintos lugares del planeta. Quizá era lo que significaba la compañía de Jesús, quizá es lo que significa honrar a la compañía de Jesús el día de hoy. También pretendemos divulgar la historia común que une a la península de California (México) con la actual California (USA).

Sea como fuere, para ateos y creyentes, conocer la historia nos ayuda a comprendernos mejor a quienes amamos la CALIFORNIA desde el Condado de San Francisco hasta el municipio de los Cabos. Y somos millones quienes amamos este territorio, ya pertenezcamos a la Antigua California, ya a la Alta California.

5 Alerti, L. B., Della familia, libro III.

6 PRIULI, Girolamo - I Diarii (AA. 1499-1512) - 1 (Volume I)